La Primera Guerra Mundial constituye una etapa crucial de la evolución quirúrgica del tratamiento de las heridas de guerra. Hasta entonces, la bala de fusil era la más utilizada, pero no causaban grandes daños y los cirujanos se limitaban a hacer curaciones. Pronto aparecieron las heridas producidas por granadas y minas, con grandes destrozos y contaminaciones masivas. Se investigó mejor la herida de guerra, teniendo en cuenta la biología y las condiciones locales. El tratamiento de las fracturas de miembros producidas por proyectiles se basaba en hacer una curación e inmovilizar el miembro para evacuar al paciente. Esta conducta fue insuficiente y algunos fueron partidarios de las amputaciones. Se descubrió que la sinovial era esencial para la defensa de la infección en las articulaciones y debía ser suturada con un drenaje de corta duración, el sacrificio óseo limitarse a lo indispensable y la inmovilización debió ser precoz. Otros aspectos estudiados fueron las lesiones intraabdominales, la rareza de la herida única del intestino delgado y la gravedad de las heridas multiviscerales. Se estableció la conducta conservadora para las heridas de riñón. Los cirujanos aprendieron a manejar el pulmón y las heridas diafragmáticas gracias a una mejor técnica anestésica. También se estableció la punción para evacuar los derrames en el trauma cerrado y la intervención en el tórax para tratar las lesiones pulmonares, ligar las arterias o vasos que sangran. Con métodos rudimentarios se comenzaron las transfusiones de sangre. Se creó un dispositivo sanitario fijando varias zonas con puestos de socorro y de triage, medios de evacuación y centros especializados en la retaguardia.
martes, 3 de marzo de 2009
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muy bueno
ResponderEliminarEs verdad ¿que embriagan a los soldados para realizarles las operaciones?
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